sábado, 23 de enero de 2016

VIVENCIAS


A pesar de no encontrarme todavía recuperada del ictus, cada día que pasa vivo la vida con más intensidad; será que al tener más tiempo para pensar y reflexionar sobre la historia que me ha tocado vivir en este mundo,van llegando a mi memoria anécdotas y vivencias transcurridas durante mis ochenta años de existencia. Es una larga vida en la que he tenido unos días felices y otros, no tanto. En un lugar muy destacado de mi memoria, están esos veranos felices de mi infancia, en la ``Casería de Manzanil´´ y que en aquel momento no apreciábamos todo aquello. Hoy hay muchos libros con bonitas ilustraciones de animales donde los niños pueden estudiar la evolución de estos pero nunca será igual que verlos en vivo,poder tocarlos y descubrir sus reacciones. Eso era precisamente  lo que podíamos disfrutar los niños de entonces en el campo.  Cierro los ojos y aún me parece escuchar el rumor de aquella agua cristalina que discurría por la acequia que rodeaba la finca. En un rellano que había bajo una higuera con frondosas ramas y por lo tanto muy buena sombra , el agua se esparcía formando un remanso donde junto a  mi hermana, pasaba las horas viendo la metamorfosis de las ranas. Nos gustaba contemplar a los cabezones como les llamábamos a los renacuajos, que nadaban con rapidez agua arriba. Deseábamos volver al día siguiente para contemplar de nuevo con la gran sorpresa de que aquellos anfibios  les habían salido unas patitas y nadaban con singular gracia. Así un día y otro   hasta verlos ya sin cola , convertidos en graciosas ranas que más de una vez te llevabas un gran susto porque daban un salto saliendo del agua y se posaban junto a ti Aquello era junto al croar de las ranas adultas un espectáculo, para los sentidos. 

De estas y muchas cosas más  podía escribir bastante. A medida que vaya mejorando iré plasmando otras de las muchas vivencias de estos lejanos años