Amanece un espléndido día, a medida que avanza la mañana unas nubecillas salen coqueteando con el sol, y que van haciéndose más numerosas a las pocas horas de presagiarse un día soleado y hermoso.
Esto no hizo restarle solemnidad al acto, que desde muy temprano salió la gente a la calle ataviados con sus mejores galas para rendir culto al Santísimo Sacramento.
El acto fue muy bonito, al pasar por la carrera de San Agustín y parar frente al altar que se había levantado en honor a tan importante cortejo, una gran nube de papelillos blancos fue arrojada desde un balcón dando una nota espectacular al día.
Yo me fui temprano a esperar el desfile, por lo tanto tuve tiempo de observarlo todo. Los niños se divertían haciendo``porras´´ con la ``juncia´´ esparcida a lo largo del recorrido, y la carrera estaba muy concurrida de gente como en pocas ocasiones se ve. Mirando al cielo, me preguntaba como al sol con sus potentes rayos y siendo el rey del universo, una insignificante nube pudiera privarle de ese esplendor y poder, y al momento me venían a la cabeza esas personas, a la que Dios ha dotado de belleza y hermosura y sin embargo una ``nube´´ como es el orgullo, la envidia y prepotencia hacía restarle la hermosura con la que habían sido agraciadas.